1.- El ludismo.
La primera reacción de los obreros fue su aposición al maquinismo, por considerarlo responsable del paro y de los bajos salarios. Artesanos y trabajadores se rebelaron contra las máquinas destruyéndolas. Este movimiento se conoce con el nombre de ludismo (por Ned Ludd, obrero inglés que se puso al frente del movimiento en 1811 y emprendió la destrucción violenta de la maquinaria textil). Se trata de una lucha por defender los puestos de trabajo como rechazo a los nuevos métodos productivos y como medio de presión para obtener mejoras salariales y laborales. Además de en Inglaterra, las destrucciones de máquinas alcanzaron a otros países europeos: Francia (1817-1823), Bélgica (1821- 1830), Alemania (1830-1842) y España donde los obreros destruían en Alcoy (1821) las máquinas de hilar y, en Barcelona, en 1835, se quemaba la fábrica “El Vapor” de Bonaplata y Cía.
2.- Las primeras asociaciones de trabajadores. Además de permanecer al margen de las relaciones de trabajo entre empresarios y obreros, el Estado también tenía prohibido las asociaciones obreras (la francesa Ley de Le Chapellier y las Anti-Combination Act del Parlamento inglés). Las cosas fueron cambiando. Inglaterra fue el primer país en reconocer el asociacionismo obrero (1824). Las primeras asociaciones que se crearon fueron las Sociedades de Socorros Mutuos, donde los mutualistas cotizaban para atender situaciones de accidente, enfermedad o muerte. En 1825 se crearon las asociaciones de oficios o Trade Unions, en las que los obreros de un mismo oficio, de una localidad, se organizaban para obtener mejores condiciones de trabajo. Por tanto, con el nacimiento de las Trade Unions hacía su aparición el sindicalismo. En 1834 se crea una federación nacional de sindicatos de diferentes oficios, la Grand National o Gran Sindicato Nacional Consolidado en cuya creación participó Robert Owen.
3.- Cartismo. . El movimiento cartista tuvo como objetivo la mejora de la condición obrera través de la vía parlamentaria. Si los trabajadores constituían la mayoría de la población, se pensaba que reformando la ley electoral se podría conseguir desde el Parlamento las necesarias medidas de reforma social. Con ese objetivo, en 1838, la Asociación de Trabajadores de Londres redactó la Carta del Pueblo (People’s Charter) con peticiones de tipo político, para avanzar hacia la democratrización del Estado: el sufragio universal masculino, la supresión del requisito de poseer propiedades para ser elegido diputado, el voto secreto, distritos electorales iguales, renovación anual del Parlamento y pago de dietas a los diputados. El movimiento cartista no fue homogéneo; pronto se dieron dos tendencias: una moderada encabezada por R.Owen y W.Lovett, de carácter reformista y partidaria de llegar a acuerdos con la burguesía; otra más radical, liderada por F.O’Connor, partidariade la huelga y las acciones violentas. Remitida en varias ocasiones al Parlamento (en 1839, 1842 y 1848), las peticiones de la Carta fueron continuamente rechazadas (tan sólo lograron la ley de 1847 que limitaba la jornada laboral a 10 horas). Pero demostró la capacidad de los obreros para organizarse y movilizarse y vislumbró la posibilidad de mejorar las condiciones de la clase obrera por la vía democrática y parlamentaria.
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