En Gran Bretaña los efectos de la guerra sobre la economía hicieron que sus exportaciones cayeron y sus mercados fueron conquistados por EE. UU. y Japón. En lo político, el sistema democrático se mostró estable. Los trabajadores británicos contaron con el Partido Laborista (socialista), dirigido por MacDonald, que accedió por primera vez al poder en 1924. Así, el tradicional bipartidismo británico se mantuvo entre el partido conservador y el laborista.
La crisis de 1929 se extendió en Gran Bretaña y el gobierno laborista luchó contra el paro con subsidios de desempleo, pero esta política desequilibró los presupuestos del Estado. En las elecciones de octubre de 1931 los conservadores ganaron y se volvió al proteccionismo.
La política británica, entre 1931 y 1939, se caracterizó por la llamada política de “apaciguamiento” frente a la Italia fascista y la Alemania nazi, como queriendo, con ella, evitar la guerra.
Al terminar la Primera Guerra Mundial la independencia de Irlanda se convirtió en el principal problema para Gran Bretaña. En 1919 el partido Nacionalista Irlandés o Sinn Fein proclamó la República Independiente de Irlanda y De Valera su presidente.
El Reino Unido respondió con el empleo de la fuerza, pero en diciembre de 1921 acabó reconociendo el Estado Libre de Irlanda, concediéndose el estatus de dominio en la Commonwealth Británica. Irlanda del Norte, con mayoría protestante, se mantuvo en el Reino Unido originando enfrentamientos entre terroristas católicos con bandas terroristas protestantes. En 1937 el Reino Unido reconoció a Irlanda como Estado independiente.