Las primeras revueltas liberales consistieron, sobre todo, en insurrecciones armadas de militares con el apoyo de la burguesía. Su objetivo era acabar con el absolutismo y establecer monarquías liberales y constituciones moderadas.
El ciclo revolucionario vino precedido por la agitación universitaria en el área alemana contra el absolutismo. En los Estados italianos, los liberales habían constituido sociedades secretas como los carbonari. Los levantamientos alcanzaron Piamonte y al Reino de Nápoles. Los liberales triunfaron, también, en Portugal.
El punto culminante tuvo lugar en España con el éxito del pronunciamiento militar de Rafael de Riego, que obligó al rey a jurar la Constitución de 1812. Pero fracasó en todos los países por la intervención de las potencias de la Santa Alianza, como en el caso de España con la intervención del ejército de los Cien Mil Hijos de San Luis.
Pero será en los Balcanes donde el pujante nacionalismo altere el orden impuesto por la Restauración. En Grecia, liberales y nacionalistas, con el apoyo de la Iglesia ortodoxa y de la burguesía, emprendieron una agitación nacionalista. En 1822 una Asamblea Nacional Griega elaboró una constitución. Aunque la insurrección fue condenada por la Santa Alianza, la lucha desigual contra los turcos contó con la simpatía de Rusia, Francia y Gran Bretaña que decidieron intervenir. En la Conferencia de Londres de 1830 se reconocía la independencia de Grecia y Serbia.
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